domingo, 30 de agosto de 2009

Encuentros heroicos: seis escenas griegas

Acabo de terminar la lectura de Encuentros heroicos de Carlos García Gual y la felicidad me inunda. ¡Qué maravilla de libro! No sé si me ha gustado más su selección de pasajes clásicos, su sencillez a la hora de explicar los textos de manera divulgativa, su manera de transmitir el amor que siente por ellos o su reflexión final. Vamos, ¡que me ha gustado todo!

En esta pequeña obra, lo que ha hecho el señor García Gual es acercarnos varios fragmentos de la literatura clásica griega y reflexionar sobre ellos, incitando a una lectura detenida a través de sus comentarios. Como bien dice él en la introducción, la lectura comentada no está de moda y menos si se trata de lecturas clásicas. ¡Pero ah, si se recomendaran libros como éste en los institutos o incluso en las universidades, otro gallo nos cantaría!

Como lectora voraz de ensayos sobre el mundo antiguo, reconozco que los historiadores y los filólogos pecamos muchas veces de estudios sesudos en los que predominan más los pies de página que el texto en sí. Intentad hacer entender a algún alumno novato libros así, como he intentado hacer yo, y veréis qué resultado tan patético se obtiene... A veces tendríamos que darnos cuenta de que leer un ensayo de, no sé, Nicole Loraux, es fascinante para nosotros, pero puede resultar muy complicado para gente poco acostumbrada a estas lecturas. Por eso defiendo la labor de helenistas como Lane Fox, Bernardo Souvirón o, en este caso, García Gual, que acercan los clásicos y el mundo antiguo de una manera tan sencilla y maravillosa al público general y, de paso, nos hacen disfrutar también a los especialistas.

Las seis escenas que nos invita a recorrer el catedrático de la Complutense son perfectas: la escena del encuentro entre Príamo y Aquiles en la Ilíada (para mí, la escena más bella de la epopeya junto a la despedida de Héctor y Andrómaca), la de Ulises con su porquerizo Eumeo en la Odisea (¡Mi favorita también!), las súplicas de Tecmesa a su marido en el Áyax de Sófocles, el encuentro privado de Medea y Jasón en las Argonáuticas, el final romántico de Quéreas y Calírroe en la novela helenística que tiene por título sus nombres y, por último, ese episodio de Alejandro Magno donde los árboles del Sol y la Luna le profetizan su muerte en Vida y hazañas de Alejandro Magno. ¿Se puede hacer una selección más fascinante, hermosa y variada? Difícilmente.

Todo en el libro de Carlos García Gual me parece emotivo y precioso pero si tuviera que elegir, me quedaba con su reflexión final sobre la importancia de la religión en la literatura griega y cómo podemos sentirnos frente a las adaptaciones modernas de los clásicos en ausencia de los dioses. ¡Qué hermoso capítulo final para cerrar un libro fantástico que todo el mundo debería leer!

Para finalizar, me gustaría compartir dos fragmentos. El primero es una referencia que me ha emocionado en mi corazoncito tolkiendili al hilo de los árboles proféticos y Alejandro:

"Los árboles parlantes, en voz y sexo humanizados, son menos extraños que los árboles caminantes de otras mitologías, pero también menos humanos que esos árboles de los relatos de Tolkien, dispuestos a socorrer a los humanos." ^^

El segundo es un fragmento de ese tremendo libro llamado Los dioses de Grecia de Otto, que sabiamente García Gual ha transcrito del original en su epílogo "Si se ausentan los dioses" y que me parece una bella reflexión para animar a cualquiera a leer, en una soleada tarde de verano, estas seis escenas griegas:

"Al hombre moderno no le será fácil llegar a una justa comprensión de la antigua religión griega. Lleno de admiración, se detiene ante las imágenes de los dioses de la gran época y siente que el esplendor de estas figuras es y será único en su género. Al mirarlas posiblemente experimentará un estremecimiento ante lo eterno. Pero lo que oye de estos dioses y de sus relaciones con los hombres no tiene eco en su alma. Pareciera que falta la seriedad religiosa, aquella melodía de inefable elevación y solemnidad que veneramos íntimamente desde la infancia, y cuando nos enfretamos con esa realidad se hace claro lo que echamos de menos. Esta religión es tan natural que la santidad, aparentemente, no tienen cabida en ella."

Los dioses de Grecia, Walter F. Otto.

sábado, 29 de agosto de 2009

Amaya o los vascos en el siglo VIII

Que levante la mano quien, como buen amante de la lectura desde su más tierna infancia, no ha disfrutado en su juventud y en sucesivas relecturas con clásicos de aventuras del XIX. Libros como Ivanhoe, Scaramouche, El Conde de Montecristo... Esas historias de corte histórico, con sus dosis de amor y peligros, que enganchaban a cualquiera. Pues en Navarra tenemos el privilegio de contar en nuestras bibliotecas con una maravillosa novela que está a la altura de esos clásicos. Estoy hablando de Amaya o los vascos en el siglo VIII, del escritor Navarro Villoslada.

Todo lo que pueda decir de esta novela sería poco. En primer lugar, tengo que admitir que es un libro de los que más me ha marcado. En mi tierra es tan célebre que hasta tuvimos una maravillosa adaptación al cómic con la que muchos crecimos de pequeños. A mí me encantaba esa epopeya. Recuerdo mirar las ilustraciones de hito en hito, pensando que Amaya era la mujer más hermosa que ningún escritor o dibujante hubiese creado jamás . Recuerdo que quería su misterioso brazalete de oro, heredado de su madre ("Amaia da asiera", se leía en él: "El fin es el principio"), que me emocionaba con las luchas entre vascones y godos, que me asustaba la aparición del Basajaún y del dragón... Estaba, en fin, tan obsesionada con la historia que recuerdo una vez estar en un campamento y, cuando llegó el momento de decir de dónde éramos -"yo soy madrileño", "yo, aragonesa" y tal-, fui y exclamé ante el asombro popular: "Yo soy vascongada." Ahí, a mis siete añitos. Qué mongola. XD

Navarro Villoslada fue político y un destacado periodista, pero ahora se le conoce especialmente por su faceta de escritor, principalmente por obras históricas como Doña Blanca de Navarra. Creo, sin embargo, que si Amaya no goza de una gran popularidad a nivel nacional es porque la publicó, desde el punto de vista literario, ya tarde: cuando en España triunfaban en la novela histórica los realistas como Galdós. Sin embargo, según palabras de Jorge Campos, Amaya fue "una bella flor tardía." Pero en Navarra, claro está, su historia conmovió a las masas. Por ella se le denominó "el Walter Scott navarro" o "el Homero de Vasconia" y Amaya fue calificada como "La Ilíada del pueblo vasco". Yo añadiría un calificativo más: "El Señor de los Anillos navarro". XD

Porque no en vano la historia (poca), la leyenda y las tradiciones (bastantes) y la fantasía (mucha), se unen en una historia épica digna sucesora de las grandes epopeyas de la literatura. Amaya narra la historia de la princesa del mismo nombre, una joven hija del noble visigodo Ranimiro y de la vascona Lorea, que es testigo de la guerra que enfrenta a sus dos pueblos desde hace tres siglos. Lo que desconoce Amaya es que su madre era la primogénita y heredera del linaje del mítico patriarca vascón Aitor y que huyó del último reducto pagano de su pueblo para convertirse al cristianismo -la mayoría de las familias vasconas de la historia son ya cristianas, y por lo tanto mal consideradas por la ya pequeña rama central descendiente de Aitor-. Considerada Lorea como una traidora por casarse con el principal enemigo de los vascones, su familia más cercana hace que caiga en el olvido tras su muerte al dar a luz en secreto y, de esta manera, muy pocos sabrán entre los vascones que su princesa es una hermosa muchacha criada entre los godos. De esta forma y años más tarde, Ranimiro y su hija caerán presos de los vascones en una emboscada cerca de Pamplona y allí es donde uno de los capitanes de los euskaldunes, García Jiménez, unirá su destino al de Amaya para siempre bajo el lazo de un amor imposible. Amaya, que en un principio parece destinada a casarse con su primo Pelayo, duque de Cantabria...

A este núcleo narrativo Navarro Villoslada añadió muchas tramas y otros personajes de interés: la historia de las siete tribus de Aitor (con sus profecías, el tesoro de los vascos, la mitología pagana que moría frente al cristianismo...); Teodosio de Goñi, uno de los cabecillas de los vascones y visto por todos como posible futuro rey de su pueblo, la inclusión de una segunda Amaya (Amaya de Butrón, prima de la Amaya vascongada, para la mayoría la heredera legítima de Aitor) y otros mil sucesos que complican la trama y la extensión de la novela. ¿Y he dicho ya lo del dragón? XD

No sé si os he conseguido explicar algo u os he liado un poco, porque me resulta casi imposible resumir en unas pocas líneas el argumento y la belleza de Amaya. Y que nadie piense que es un alegato nacionalista de los de ahora, porque en fin... Navarro Villoslada comienza la acción de su obra en el momento de la llegada musulmana a la península en el 711. Godos y vascones, hasta entonces enfrentados, se unen frente al enemigo común para defender lo que tienen en común: la religión cristiana. Y, en palabras de Carlos Mata Induráin, "la Cruz acaba uniendo a los seculares enemigos, y de la unión de ambos pueblos -simbolizada por el amor entre Amaya y García Jiménez- nace, según la tesis tradicionalista del escritor, una nueva realidad que será el embrión de la monarquía católica nacional de la Edad Media y, en definitiva, de España." Amaia da asiera...

Si os gusta la novela clásica de aventuras, leed este libro. Si os gusta la epopeya, leedlo. Si os gustan las historias de amor como las de antaño, leedlo. Bueno: leedlo, de verdad. Cuando me di cuenta por primera vez de que Amaya era un libro prácticamente desconocido a nivel nacional, no pude evitar que me invadiera la tristeza. Pero recuerdo con emotividad una lectura de cuentos en la Sociedad Tolkien, en la que leímos un fragmento de ella: era la espectacular escena en la que, en medio de la emboscada a Ranimiro, el caballo de Amaya se encabrita y corre desbocado hacia el precipicio en la cima de las Dos Hermanas, mientras ambos pueblos cesan la lucha, aterrorizados godos y vascones por el destino de la hermosa princesa... Recuerdo cómo después de la lectura se nos acercó una compañera de Valencia toda emocionada para preguntarnos cómo conseguir la novela. Y doy fe de que ahora la tiene en la librería de su casa. ^^

Y es que, ¿cómo no leer una novela que, al final de la introducción del autor, dice así?:

"¡Gloria a Dios, y lancémonos a las tinieblas de lo pasado por entre selvas seculares y monumentos megalíticos, sin más guía que frases de la historia, fragmentos de cantares, leyendas y tradiciones, a sorprender a dos grandes pueblos en el supremo momento de su implacable lucha, para ver cómo acaban unas edades y cómo empiezan otras, y cómo viene a ser principio lo que parece fin: que fin es lo que en vascuence significa Amaya, y en lenguaje cristiano se llama Providencia!"

jueves, 27 de agosto de 2009

Bosque Mitago

En uno de esos maravillosos cursos de estudios de mercado que, cada cierto tiempo, hacemos en la empresa, el formador empezó a ponernos ejemplos de los grupos de estudio de diferentes tipos de clientes. "Por ejemplo, pensemos un poco en el grupo de los amantes de la cultura clásica", dijo. Me incorporé en la silla con todo el interés del mundo. "Estamos hablando de un grupo representado generalmente por hombres, de una edad aproximada de cincuenta años..." Y, mientras el tío seguía con su discurso, sentí que todos los ojos de mis compañeros se centraban en mí. Aún escucho las carcajadas.

Después de eso, decidí estudiar mis propios hábitos de lectura. Y sí, efectivamente, si alguien echara un vistazo a los libros que he devorado en los últimos doce meses, creería que está estudiando los gustos literarios de un amable profesor de griego ya entrado en años... Posiblemente el ochenta por ciento de la lista que tenía en la agenda era ensayo centrado en el mundo antiguo. "Dios, tengo que volver a leer novela antes de que me crezca el pelo cano", pensé.

Así que a ello me he dedicado este verano: a retomar el maravilloso camino que lleva a otros mundos, a otras vidas. Todo esto viene a cuento de que hace unos días terminé Bosque Mitago de Robert Holdstock. Había oído hablar muy bien de él a varias personas, había leído buenas referencias, en alguna lectura de cuentos de la S.T.E. se habían leído fragmentos de la novela... Vamos, que tenía varias razones de peso para dedicarle algo de tiempo. La verdad es que la novela me ha gustado bastante. Partiendo en primer lugar de la premisa, que es diferente a otras obras de fantasía.

Bosque Mitago narra la historia de un joven, Steven Huxley, que se ve envuelto en un misterio familiar relacionado con el antiguo bosque que crece al lado de su casa, el bosque Ryhope. ¿Qué ocurriría, nos propone Holdstock, si hubiera lugares mágicos? Lugares con un poder ancestral que, al interactuar con la mente humana que se adentra en ellos, tienen el don de dar vida a los arquetipos mitológicos que habitan en el inconsciente colectivo -¡Que alguien trate de negarme que este hombre leyó los estudios de Jung y Kerényi sobre mitología antes de escribir su obra, ja!-. Pero apuntemos más: imaginemos que un arquetipo mítico, llamado aquí mitago, nace de la unión de mi mente con la selva de Irati, en Navarra, y cobra forma como el Basajaún, el Señor de los Bosques. Esa creación es mía y, por tanto, si mi hermano va a pasar unas semanas al bosque y surge otro mitago, éste puede ser también el Basajaún por aquello de la mitología colectiva pero es, evidentemente, un Señor de los Bosques diferente al mío: dos seres distintos. ¿Qué ocurriría entonces? Y la creación de mitagos, ¿es algo que se puede controlar o evitar? Interesante, ¿eh?

Me parece un argumento precioso. Michael Moorcock dijo de Bosque Mitago que "es el libro de fantasía más importante de los años ochenta." Hombre, ahí ya no estoy tan de acuerdo. Y menos cuando los ochenta han visto nacer obras maravillosas de Tim Powers que le dan mil vueltas al libro de Holdstock y que, posiblemente, sean igual o más novedosas en el ámbito fantástico. Bosque Mitago me parece una novela entretenida, con unos personajes potentes y unos capítulos muy bien elaborados, pero la resolución se desinfla un poco. A ver si me explico: la acción surge en la novela lentamente, en unos capítulos muy bien hilvanados, interesantes, compactos. Pero desde la entrada de Steven en el bosque hasta su final abierto, me da la sensación de que esa calidad de narración decae un poco. Todo es muy rápido en Ryhope, muy atropellado. Después de deleitarnos tanto con toda la parte anterior, la aventura en el bosque se desarrolla con demasiada velocidad, no se saborea la historia como hasta entonces. Y a mí eso me ha dado algo de rabia, porque me gusta el misterio de este bosque, me tenía enamorada y aterrada a la vez. Eso sí: el final abierto me ha encantado. Estoy harta de que nos regalen siempre finales atados y más que atados. Me gustan estos finales evocadores, que te hacen cerrar el libro y ponerte a pensar en qué podría pasar a posteriori con una taza de café en la mano. Bosque Mitago es, a pesar de ello, una historia autoconclusiva: no es necesario pensar en el inicio de una saga. Aunque, eso sí, viendo el éxito que acababa de tener, Robert Holdstock escribió varios libros que continuaban la historia con más fallos que aciertos, por lo que he indagado por ahí, así que me quedo con esta novela y punto final.

No sé si estoy dando la sensación de que el libro no me ha gustado, porque no es así. Bosque Mitago me gusta y recomiendo su lectura a todo amante de la literatura fantástica. Pero no me parece la gran obra maestra que me habían pintado. No es redonda y con una prosa bellísima como La fuerza de su mirada o Las puertas de Anubis, por ejemplo. Creo que El nombre del viento como novela de género, sin ser tan novedosa en temática, me ha gustado más. Pero es una novela apasionante. Un libro que no deja un regusto agridulce o que decepciona como Corazón de tinta.

Bosque Mitago tiene, como los buenos mitos, magia. Y bien merece la pena adentrarse entre la arboleda. A pesar de los riesgos. ^^

miércoles, 26 de agosto de 2009

Poema para una mañana de sol mediterráneo

LOS SABIOS SABEN LO QUE SE AVECINA
Pues los dioses saben el futuro; los hombres,
el presente, y los sabios, lo que se avecina.
FILÓSTRATO, Vida de Apolonio de Tiana 8.7.
Los hombres conocen el presente.
El futuro lo conocen los dioses,
únicos dueños absolutos de todas las luces.
Pero del futuro, los sabios captan
lo que se avecina. En ocasiones

su oído, en las horas de honda reflexión,
se sobresalta. El secreto rumor
les llega de hechos que se acercan.
Y a él atienden reverentes. Mientras en la calle,
fuera, el vulgo nada oye.

CAVAFIS.

lunes, 24 de agosto de 2009

Grecia en llamas

Hay sitios donde no has nacido, pero que has recorrido con la imaginación desde que eras pequeño. Países con historia, con magia, con leyenda, que conoces como la palma de tu mano y que se han construido poco a poco un hogar en tu corazón.

Hoy, ese lugar lucha desesperadamente contra la fuerza del fuego, e imágenes como ésta me hieren el alma. Olimpia se ha salvado, al parecer. ¿Pero qué pasa con Atenas? ¿Cómo no se pusieron en marcha otras medidas tras los terribles incendios del 2007? ¿Qué va a ocurrir con los monumentos, con sus gentes? ¡Qué horror, qué horas de ceniza y angustia!

sábado, 22 de agosto de 2009

Las Musas, de Walter F. Otto

Desde que cayó en mis manos hace unos años su libro Los dioses de Grecia, leo cualquier cosa que encuentro de Walter F. Otto, uno de los estudiosos más importantes de la antigua religión griega.

De todas maneras, siempre he sido más seguidora de su discípulo Kerényi quien, junto a su amigo Carl Gustav Jung, elaboró unos estudios mitológicos interesantísimos de los que algún día intentaré hablar aquí. Otto siempre me ha parecido una lectura fascinante, pero su prosa es muy culturalista y enrevesada, a veces excesivamente espiritualista, hermenéutica. Casi nunca pone en relación sus ideas con el contexto histórico o arqueológico. Y, sin embargo, hay algo en él yo diría que sugestivo: creo que me gusta porque me recuerda a Hölderlin. ^^

En Las Musas, Otto nos cuenta las afinidades y las diferencias entre las Musas y las Ninfas, nos habla de su relación con el lenguaje y de la relación de éste con el canto y la danza. Nos narra además las historias -siempre trágicas, ¡ah, pobre Orfeo!- de los hijos de las Musas y, en un capítulo interesantísimo, nos explica la relación entre lo intuitivo y lo inspirado por la propia Musa.

¿Lo mejor? Toda la última parte del libro en la que se habla del lenguaje y la danza y el porqué de su relación con el culto a las Musas, en mi opinión muy esclarecedora. ¿Algún punto negativo? Si hubiera que decir alguno, lo siento, pero no me gusta mucho la traducción de Hugo F. Bauzá. Otto ya es de por sí complicado a la hora de escribir, pero es que aquí hay frases largas y subordinadas traducidas de tal manera que, sintácticamente, casi parece que están cogidas por pinzas. De esas que hay que leer un par de veces para entender qué se te está diciendo. De todas maneras, Las Musas es un libro maravilloso y fascinante que debería ser leído por toda persona que tenga interés por la antigua cultura griega. Y os dejo con uno de mis fragmentos favoritos:

"Que las secuencias de tonos y armonías musicales son la voz innata de la esencia del mundo lo ha experimentado Goethe y lo ha expresado con palabras inolvidables cuando informó a su amigo Zelter al escuchar obras de órgano de Bach que Schütz había ejecutado en Berka. [...] La excelente revelación en que parecen estar los tonos musicales con la estructura elemental del mundo tal como es conocido ha sido expuesta por Schopenhauer en su obra principal; Richard Wagner ha intentado continuar los pensamientos schopenhauerianos en su Homenaje a Beethoven.

¿No se explicaría precisamente en eso la razón para el hecho de que toda acción significativa en el reino de lo natural desde siempre ha convocado necesariamente al canto? Eso podría señalarse en muchos ejemplos. En vez de cualquier otra cosa, piénsese solamente en los cantos que acompañan al trabajo, los que en todos los tiempos han trocado la fatiga de la ocupación en un placer, pero que no fueron expresamente creados para ese fin, sino que se han presentado por sí mismos en contacto con las fuerzas de la naturaleza. Pero, desde que el hombre ha comenzado a traspasar ese contacto con la naturaleza a las máquinas y a colocar progresivamente -en todas las situaciones imaginables- las máquinas entre él y la naturaleza, la música está enmudeciendo.

Las canciones populares, como hemos dicho, son sólo un ejemplo para muchos. En todo lugar donde el hombre sea conmovido con fuerza elemental por la realidad viviente, surge el canto hablado o la canción, a menos que no permanezca atrapado en una inquietud inmediata que sólo pueda callarse o gritarse, sino que pertenece entre los susceptibles, en un sentido más elevado, a los cuales el ser de las cosas se hace patente como tal, ya los toque con goce o con pena. Eso lo vemos en los poetas y músicos; son para nosotros en general los representantes del lenguaje original."

miércoles, 19 de agosto de 2009

Nuevas adquisiciones y preguntas sin respuesta

Ayer, aprovechando que ya puedo pasear, hice una visita a mis compañeros de trabajo con la idea de echarme un café con ellos, charlar sobre qué tal va la librería y ver de paso cuántos libros de los encargados me habían llegado.

Respecto a mi librería, el panorama era lamentable. Y no por falta de clientes, no: por falta de mano de obra. Siendo una librería bastante grande, estando yo de baja y varios de vacaciones, los compañeros que quedan no son suficientes para tener todas las secciones arregladas.

Hay cosas que no entiendo de una empresa, si ustedes me entienden. Somos una librería con renombre en la ciudad, que pretende dar una imagen de cultura y calidad para atender a cualquiera, donde los clientes son lo más importante, bla, bla, bla. Pero oye, en el último año tres personas han dejado sus puestos porque han aprobado una oposición de sus respectivas carreras y para qué vamos a buscar suplentes. ¡Si nuestros chicos pueden con todo! Somos tan fantásticos que podemos colocar la mercancía, atender a cada persona el tiempo que sea necesario, ordenar todas las secciones y bailar una sardana mientras hacemos malabarismos con cinco pelotas doradas. Todo mientras estudiamos nuestras tesis y nuestras oposiciones y demostramos que somos unos especialistas cualificados, porque no somos libreros: ¡somos superhéroes! Y es que mira, a pesar de esas tres personas menos, según los cálculos de alguna mente privilegiada que ha estudiado Administración y Dirección de Empresas, ya somos suficientes trabajadores para el beneficio que se saca de la librería, no se necesita más personal. Las cuentas son perfectas. Y si encima estamos en un año de crisis, no vamos a contratar los refuerzos que eran habituales en verano para suplir a la gente en vacaciones. ¡Para qué, si somos unas máquinas!

Así que eso es lo que yo comprobé ayer: que damos perfectamente abasto... Abasto para el suicidio. El ala este de la librería (léase bolsillo, humanas, arte) lleva dos semanas sin personas para colocar, porque a una media de dos personas por turno en la librería (a veces ni eso), el trabajo de toda la tienda se va acumulando y no hay tiempo ni para ordenar. Es que no para colocar la nueva mercancía, que sería lo de menos: ¡ni para ordenar, que es lo principal!

Bea, sabiamente, me sugirió que no fuera a echar un vistazo a Ciencias Humanas, la niña de mis ojos, pero no lo pude evitar. Y la única palabra que se me vino a la mente al ver mi sección fue "desolador". Entre la p*ñ#**#* gente que no sabe dejar los libros donde los han encontrado -y qué más da si se rompen o se caen-, y la falta de colocación de la nueva mercancía, que se acumulaba en las cajas sin sentido, casi me dieron ganas de llorar... O de prender fuego a las oficinas de mis altos cargos. Porque, sin exagerar mucho, las mesas y las estanterías estarían algo tal que así:


Nunca, en mis años de cliente y en los de trabajadora, había visto la librería en semejante estado. Muchos estudios de mercado, muchos cursos de reciclaje y de marketing de ventas y su maldita madre, para esto. Y por eso odio esta sociedad mercantilista, vacía, tan propia de prisas, beneficios y jóvenes promesas de las facultades de económicas. Especialmente si se es, como nosotros, licenciado en carreras de Letras, hermosas y poco prácticas, con alma de librero a la antigua usanza y que nos prima la cultura sobre las cifras. Qué asco, por Dios. No quiero ni pensar cómo estaremos en Navidades.
Así que descargué mi mala leche entre cafés y comprando libros. Porque encima, este último mes, me han llegado tooodos los libros que encargué. Y eso es raro, raro, porque mis lecturas no son precisamente "super ventas", y viendo como está el panorama de la descatalogación editorial, si suelo buscar siete títulos me vienen unos dos... Pero esta vez, no. ¡Me han llegado todos! ¡Desfalcooooo! Y eso que no me he pillado ni la mitad. Ahí van mis nuevas adquisiciones:
- Encuentros heroicos. Seis escenas griegas, de Carlos García Gual.
- La muerte en los ojos. Figuras del Otro en la antigua Grecia, de Jean-Pierre Vernant.
- Historia y Cultura. La revolución arqueológica, de Ian Morris.
- Atravesar fronteras. Entre mito y política II, de Jean-Pierre Vernant (sí, me repito como el ajo).
-El sentir romántico, editado por Francis Amalfi.
Y si a estos añado los que me compré la última semana de trabajo activo, tengo lectura para rato:
- Leonor de Aquitania, de Régine Pernoud.
- Prometeo: mito y literatura, de Carlos García Gual ([...] ¡Está bien! ¡Me repito mucho!).
- Dioniso, mito y culto, de Walter F. Otto.
- Orfeo y la religión griega, de W.K.C. Guthrie.
Y me quedarán... otros cinco reservados en mi bandeja. ¡No tengo remedio! ¡Necesito ir al Ikea a por estanterías! O eso, o aprender a decorar interiores con libros por el suelo, en plan mesillas. Oye, que he leído que se lleva mucho. ^^

martes, 18 de agosto de 2009

When Love Speaks

Estaba tumbada en la cama leyendo a Mircea Eliade, cuando he decidido ambientar un poco la casa con algo de música. Y he escogido este cd, When Love Speaks, y me he visto en la obligación de compartirlo con todos vosotros.

¿Recordáis que hace unos días os hablaba de mi cd de las Baladas Líricas leídas por Sean Bean? Pues When Love Speaks es una recopilación de música combinada con sonetos de William Shakespeare declamados por los mejores actores británicos que se hubieran podido reunir -bueno, falta Sean... ;)-. Es una de las joyas de la corona de nuestra colección de cd´s. Kenneth Branagh, Richard Attenborough, John Hurt, Ralph Fiennes, Imelda Staunton...

Una amiga me lo grabó hace años, pero quedé tan enamorada de él que tuve que comprármelo por internet. Y hace un año, como no podía ser menos, lo encontré en la tienda del teatro de Shakespeare en Londres.

¿Y se podría elegir un poema entre todos? Desde luego. El soneto ciento treinta, recitado por Alan Rickman. ¡Qué belleza! Pero qué decir del señor Rickman. Quizás, sólo un comentario que leí en youtube: "Podría estar leyendo la guía telefónica y yo, sin embargo, le estaría escuchando todo el día." XDDDD

"My mistress' eyes are nothing like the sun;
Coral is far more red than her lips' red;
If snow be white, why then her breasts are dun;
If hairs be wires, black wires grow on her head.
I have seen roses damasked, red and white,
But no such roses see I in her cheeks;
And in some perfumes is there more delight
Than in the breath that from my mistress reeks.
I love to hear her speak, yet well I know
That music hath a far more pleasing sound;
I grant I never saw a goddess go;
My mistress when she walks treads on the ground.
And yet, by heaven, I think my love as rare
As any she belied with false compare."

lunes, 17 de agosto de 2009

Los puertos grises

Ya está. Acabo de terminar la última página de los Apéndices de El Señor de los Anillos, he cerrado el tomo que ahora descansa a mi lado y mi casa parece de pronto un poco más silenciosa y está más en penumbra. Y, sin embargo, es cierto que no todas las lágrimas son amargas.

En la Sociedad Tolkien, tenemos por costumbre leer el final del capítulo Los puertos grises cuando termina una de nuestras convenciones. Es un final hermoso y emotivo. A estas horas y sin mis compañeros, sin embargo, no me parece oportuno decir adiós a El Señor de los Anillos de esa manera. Pero sí lo haré de la mano de El Camino sigue y sigue, porque no encuentro mejor manera que los versos de Bilbo para celebrar la magia de una relectura inolvidable más.

"El camino sigue y sigue
desde la puerta.
El camino ha ido muy lejos,
y que otros lo sigan si pueden.
Que ellos emprendan un nuevo viaje,
pero yo al fin con pies fatigados
me volveré a la taberna iluminada,
al encuentro del sueño y del reposo."


"Aun detrás del recodo quizás todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta;
y aunque a menudo pasé sin detenerme,
al fin llegará un día en que iré caminando
por esos senderos escondidos que corren
al oeste de la Luna, al este del Sol."

domingo, 16 de agosto de 2009

Una larga espera y muchos trabajos

Tolkien dijo una vez que la historia más importante en El Señor de los Anillos era la de Aragorn y Arwen. Curioso, piensas la primera vez que oyes esto, cuando se trata de una historia de amor de la que apenas te da detalles durante los tres libros, y que se desarrolla con plenitud en los Apéndices.

Pero más curioso es descubrir, conforme tu edad va avanzando y relectura tras relectura, que esos ínfimos destellos que él dejó casi ocultos durante toda la obra van adquiriendo un brillo hermoso, una comprensión y una carga emotiva que jamás pensaste descubrir cuando abrías sus páginas por primera vez a los diez o doce años.

Hay tres momentos de la historia de Aragorn y Arwen que siempre consiguen que se me caigan las lágrimas. Uno es el final de la historia en los Apéndices con la muerte de Aragorn, sin duda alguna, y que con tanto acierto supieron plasmar los guionistas en un flashback en Las Dos Torres de Peter Jackson:

El otro, durante la estancia de la Compañía en Lórien, cuando Aragorn la recuerda en lo alto de la colina de Cerin Amroth donde años atrás se prometieron y Frodo contempla la escena, como el lector, sin saber la trascendencia de ella:

"Al pie de la loma, Frodo encontró a Aragorn, erguido, inmóvil y silencioso como un árbol; pero sostenía en la mano un capullo dorado de elanor y una luz le brillaba en los ojos. Parecía que estuviera recordando algo hermoso, y Frodo supo que veía las cosas como habían sido antes en este mismo sitio. Pues los años torvos se habían borrado de la cara de Aragorn, y parecía todo vestido de blanco, un joven señor alto y hermoso, que le hablaba en lengua élfica a alguien que Frodo no podía ver. Arwen vanimalda, namárië!-dijo, y en seguida respiró profundamente, y saliendo de sus pensamientos miró a Frodo sonrió.-¡Aquí está el corazón del mundo élfico –dijo-, y aquí mi corazón vivirá para siempre, a menos que encontremos una luz más allá de los oscuros que hemos de recorrer, tú y yo. ¡Ven conmigo!Y tomando la mano de Frodo, dejó la loma de Cerin Amroth a la que nunca volvería en vida".

Y, por último, me emociona la llegada de Arwen a Minas Tirith en El Retorno del Rey. Cuando, de nuevo como Frodo, al fin comprendes la espera de Aragorn:

"Y esa misma noche, víspera del Día de Pleno Verano, cuando el cielo era azul como el zafiro y las estrellas blancas aparecían en el este, y el oeste era todavía dorado, y el aire fragante y fresco, los Jinetes llegaron por el camino del norte a las puertas de Minas Tirith. A la cabeza cabalgaban Elrohir y Elladan con un estandarte de plata; los seguían Glorfindel y Erestor y la gente de la casa de Rivendel, y detrás de ellos venían la Dama Galadriel y Celeborn, Señor de Lothlórien, montados en corceles blancos, con mantos grises, y gemas blancas en los cabellos; y por último el Señor Elrond, poderoso entre los Elfos y los Hombres, llevando el cetro de Annúminas y junto a él, montada en un palafrén gris, cabalgaba la hija de Elrond, Arwen, Estrella de la Tarde de su pueblo.

Y Frodo al verla llegar resplandeciente a la luz del atardecer, con las estrellas en la frente y envuelta en una dulce fragancia, quedó maravillado, y le dijo a Gandalf: -¡Al fin comprendo por qué hemos esperado! Esto es el fin. Ahora no sólo el día será bien amado, también la noche será bienaventurada y hermosa y desaparecerán todos los temores.

Entonces el Rey les dio la bienvenida, y los huéspedes se apearon de los caballos, y Elrond dejó el cetro, y puso en la mano del Rey la mano de su hija, y así juntos se encaminaron a la Ciudad Alta, mientras en el cielo florecían las estrellas. Y en la Ciudad de los Reyes, en el día del solsticio de verano, Aragorn, Rey Elessar, desposó a Arwen Undómiel, y así culminó la historia de una larga espera y muchos trabajos."


¡Nunca el amor se vio descrito en tan poco tiempo con tanta maestría!

martes, 11 de agosto de 2009

Manías

Supongo que todo el mundo tenemos nuestras manías a la hora de elegir lecturas. En mi caso, hay dos que predominan sobre cualquier tontería más:

1. Soy totalmente reacia a leer best-sellers que todo el resto del mundo parece adorar. Sí, así es. Y no es por tonterías del estilo "estará escrito de manera sencilla o incluso mala si toooodo el mundo lo lee." No, qué va. Lo que me ocurre es que odio parecer un borrego que tiene que leer lo mismo que los demás porque es "de lo que se habla". Mi mente parece entonces activar un chip que me hace huir de los fenómenos de masas. También he de añadir que mis experiencias con ellos no han sido precisamente muy buenas, es cierto. Alguien me pidió que me leyera El código Da Vinci para que discutiéramos sobre qué estaba mal históricamente hablando. ¡Cielos, todo! Pero el trauma fue leer algo tan horrorosamente mal escrito (el uso de las subordinadas Brown no parece conocerlo) y con uno de los finales más malos de la historia de la literatura. ¡Dos noches de mi vida desperdiciados! Para leer algo más así, prefiero arrancarme los ojos... Tampoco guardo buen recuerdo de Los pilares de la Tierra, no sé, me pareció un folletín no muy digno de la fama que tiene.
Hay otros que reconozco que me han hecho pasar un buen rato y que me parecen lecturas de verano bastante agadables, pero evidentemente me los leí mucho después de su boom: El ocho, alguno de Noah Gordon, de Stephen King... Resumiendo: el best-seller no se inventó para mí. Y duro fue soportar el nuevo fenómeno de masas de El Señor de los Anillos con las películas de Peter Jackson (y ojo, que soy de las que defiendo la adaptación cinematográfica), pero menos mal que las aguas volvieron a calmarse... Así que no, no he leído la trilogía de Larsson, y menos cuando no suele atraerme la novela negra. ¡Debo ser la unica persona que no se los ha leído este verano en la piscina en este país! XD

2. Aunque a la gente esto sí que le sorprende (y mucho), no soy una gran amante de la literatura fantástica. Es más, suelo huir de la fantasía épica como alma que lleva el diablo. Intenté en mi adolescencia leer algo de la Dragonlance y cosas de ese estilo y me parecieron unos mundos tan poco coherentes que lo tuve que dejar. Creo que el problema es que leí a Tolkien demasiado joven y busco su profundidad en el resto de las obras. Pero esto no quiere decir que me cierre en banda a la hora de leer cosas de fantástica. Lo que ocurre es que soy algo elitista en el género: Michael Ende, Tim Powers, Bradbury, Borges, Neil Gaiman... El último unicornio, Jonathan Strange y el señor Norrell, La fuerza de su mirada... El último libro de literatura fantástica (¡y encima épica!) que me ha gustado, El nombre del viento. Así que si alguien viene para preguntarme por novelas sobre elfos negros, mal puedo aconsejar. ^^

¿Y vosotros? ¿Tenéis alguna idea preconcebida o alguna manía a la hora de elegir lectura?

domingo, 9 de agosto de 2009

¡Esto es Esparta!

Leo en un pie de página de Madres en duelo de la helenista Nicole Loraux:

"Plutarco cuenta la historia de la madre espartana que, al ver a su hijo regresar solo de una derrota en la que todos los demás han perecido, lo mata con una teja, al igual que las mujeres que, durante una stásis (una insurrección), matan a los enemigos golpeándolos con tejas."

¡Ah, Esparta! XD

sábado, 8 de agosto de 2009

Las Horas

Charlábamos hace poco en el blog de Homo Libris sobre El lector y su adaptación al cine realizada por Stephen Daldry. Este fantástico director fue también el encargado de adaptar, hace unos años, la maravillosa novela de Michael Cunningham Las Horas.

Las Horas es una obra que me fascina. No sólo porque trata de un periodo novelado de la vida de Virginia Woolf, una de mis escritoras favoritas, sino porque su tratamiento de la tragedia como búsqueda de la libertad me conmueve.

Me gusta el drama que describe Cunningham, pero no porque sea una concatenación de sucesos tremendos o desenlaces terribles como el de Medea en la antigüedad clásica: las tragedias de sus personajes son producto de cosas jamás confesadas, de silencios, de hechos que van sucediendo a lo largo de nuestra vida y nos van cambiando, afectando y transformando nuestra percepción de ella.

Nuestra única opción en la vida es escapar. Eso es lo que nos transmiten las historias de Virginia, la señora Brown y Clarissa. Todas unidas por el personaje de la señora Dalloway en un bello tapiz narrativo que le valió a Cunningham el premio Pulitzer y el Pen Faulkner.

Por cierto, la novela (adoro este país), está descatalogada. Yo guardo mi ejemplar como oro en paño, como un pequeño tesoro. A veces, cuando los libros me enamoran, me resulta imposible describir su belleza. Por eso agradezco que haya personas que lo hagan por mí:

"Pero Las Horas no solamente es una bella recreación del efecto de las tragedias, no es simplemente un brillante homenaje a la obra de Virginia Woolf: es también y sobre todo un alegato de libertad, de hacer lo necesario por encontrarse a uno mismo, aunque eso entrañe extremos sacrificios. Es un homenaje al poder de las palabras en los mundos de ficción, en cómo el esfuerzo de un escritor puede inspirar las acciones de otros; la literatura no cambiará el mundo, pero de seguro rescatará algunos sueños, algunas búsquedas en un mundo agreste pero ineludible."

Y luego va el señor Daldry y crea una maravilla del séptimo arte gracias al trabajo de tres formidables actrices (Julianne Moore, Nicole Kidman y Meryl Streep) y un grandísimo Ed Harris que se comen la pantalla sólo con la expresión de sus ojos. Las tres ganaron el León de Oro de la Berlinale a la mejor interpretación femenina y Nicole Kidman se alzó con el Oscar gracias a una maravillosa interpretación difícil de olvidar. Mi escena favorita sin duda es la de Virginia Woolf y su marido en la estación de tren. Sólo por estos cuatro minutos merecía el Oscar. Y vaya si lo consiguió:

¿Cuál será el próximo libro, señor Daldry, que tocarás para convertirlo en el cine en oro?

jueves, 6 de agosto de 2009

Mircea Eliade

Si me preguntaran qué personas del mundo de la cultura fueron decisivas en el siglo XX, una de ellas sin duda sería este apacible señor de pipa en mano: Mircea Eliade.

¿Que por qué me gusta este filósofo e historiador rumano? Primero, por ser uno de los fundadores de la historia moderna de las religiones. Segundo, por sus maravillosos y fascinantes trabajos sobre los mitos y por cómo, con una enorme dedicación, fue encontrando conexiones entre los de unas culturas y otras. Y tercero, porque es absolutamente increíble cómo con semejante erudición que tenía, consigue con una capacidad de síntesis que le envidio enormemente arrojar luz a las antiguas creencias religiosas pero incluso para el público menos especializado. O, al menos, eso pienso yo, que encuentro sus obras muy fáciles de leer.

Ahora tengo entre manos el primer tomo de su Historia de las creencias y las ideas religiosas, posiblemente, y no me equivocaré al decirlo, una de las obras más relevantes del siglo pasado. La forma en la que expone las primeras manifestaciones religiosas y mágicas del hombre prehistórico, por ejemplo, es apabullante. Aderezada con ejemplos de las últimas investigaciones arqueológicas de su época -de las que, por cierto, parece que la mayoría de los profesores "obsoletos" de muuuchas universidades parecen no tener noticia, para nuestra desgracia...- que te ayudan a comprender mejor todo lo que él ha explicado. Maravilloso. Y qué decir sobre su manera de tratar temas como el chamanismo, los ritos iniciáticos, el misticismo...

Si llevo un par de años tan concentrada en los cultos antiguos y la mitología, es gracias a él. No creo que nadie llegue a superarle en estos campos, de verdad. Al menos, en muchísimos años.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Vídeos con historia y leyenda

Aquí os dejo un par de vídeos que me encantan. El primero es el de la ceremonia de inauguración del nuevo museo de la Acrópolis. Toda una preciosidad:


El segundo es un poco más literario (si es que puede existir algo más literario que Grecia, claro ^^). Se trata de la increíble voz de Sean Bean leyendo El rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda para la radio inglesa. Es que los ingleses son así de majos. Y no es sólo porque el señor Sean Bean sea uno de mis actores británicos favoritos, qué va XD. Pero qué voz más maravillosa para la lectura tiene este hombre. Y lo dice una pirada que se gastó su pasta gansa en ebay hasta conseguir otra grabación suya para la radio de Las Baladas Líricas de Coleridge y Wordsworth. Que alguien supere eso. ^^

Sean Bean reading King Arthur.

martes, 4 de agosto de 2009

Hellas

Una de mis grandes pasiones culturales es la antigua Grecia. Tengo debilidad por ella desde que era pequeñaja y, conforme han ido pasando los años de universidad, ese amor no ha hecho más que crecer y crecer.

En la librería mis compañeros se parten la caja porque toda nueva obra que nos llega que tenga relación con Grecia, aunque sólo llegue una única copia, desaparece misteriosamente de la venta y acaba en mi biblioteca personal (empiezo a pensar seriamente que soy un filón de cliente para mis propios jefes XD). Últimamente, mi pasión se está centrando especialmente en Homero y en el tema mitológico y religioso, así como en los inicios de la filosofía. Y si son obras muy unidas a la explicación filológica, mejor que mejor. Desde el último libro de Robin Lane Fox hasta las publicaciones de Atalanta de Kingsley, pasando por toda obra de Ana Iriarte (la Nicole Loraux española), de Kerényi o de Bruno Snell. Por eso cuido la sección de mitología (aquí no hago distinción, encargándome de ampliar todo nuestro fondo de cualquier mitología como buena seguidora de Mircea Eliade que soy) y la de filosofía clásica como oro en paño, haciendo pedidos de libros que de otra manera jamás nos llegarían y que, con pequeños truquillos de exposición, se acaban vendiendo.

Uno de los últimos días que trabajé antes de pillarme la baja, estaba arreglando con todo mi amor la terciaria de Montaigne cuando unos señores de mediana edad se pusieron a mi lado a mirar la parte de mitología. Y de pronto, uno le dijo a otro: "Me gusta venir a esta librería porque siempre encuentro libros curiosos de mitología de los que desconocía su existencia, ¿sabes?". Y, chicos, casi suelto la lagrimilla y le digo "gracias". Porque ese señor desconocía completamente que yo me desvivo por conseguir libros para ampliar esa sección de ensayo, pero aun así fue el cumplido más bonito que me han hecho en estos años de profesión. ^^

Ayer aquí estaba, aburriéndome en casa como una ostra entre lectura, película, lectura... hasta que cayó en mis manos el nuevo número de la National Geographic de Historia, a la que estoy suscrita desde su número uno. Este mes han decidido que ya era hora de darle a Alienor una nueva alegría, adjuntando un mini librito sobre Grecia titulado Grecia Antigua: entre los héroes y los dioses. ¿Y quién es el editor? Pues mi querido Carlos García Gual.

Es nombrar a este entrañable catedrático y me tienen que poner una palangana bajo la barbilla, oigan. Mi profesor de Literatura Comparada aún se debe estar riendo de ese primer día de clase en el que nos preguntó a qué nos gustaría dedicarnos y cuando llegó mi turno yo contesté: "Yo sólo quiero ser Carlos García Gual." Libro que saca o traduce este hombre, libro que acaba en mis manos como si fuera un tesoro.

Hace unos años, coincidí con este venerable señor en una conferencia sobre Tolkien de Eduardo Segura -que otro día alguien me recuerde que hable sobre él, por favor- en la Autónoma de Madrid. Y es que le gusta Tolkien, al hombre. Como ejemplo de regreso a la épica antigua, cómo no. Después de la conferencia, aún tuve el valor de acercarme y decirle que era una gran admiradora de su trabajo. Y el hombre super majete. Creo que no me lavé la mano que me estrechó en días. ;)

Todo este tostón viene al hilo de que ayer me llamaron mis compañeros para decirme que me había llegado su libro Encuentros heroicos: seis escenas griegas. ¡Qué emoción! Pero mientras espero a que alguna persona caritativa (como mi novio, por ejemplo) me traiga el libro, me conformo esta mañana calurosa con adentrarme de la mano de National Geographic en las historias y las leyendas de mi querida Hélade.

sábado, 1 de agosto de 2009

Acerca de los hobbits

Un ejemplo de la función de los hobbits como mediadores narratológicos entre la épica de El Señor de los Anillos y el lector. O cómo resumir la forma de ser de un Mediano en tres frases. ^^

"-¡Adiós, mis hobbits! ¡Ojalá volvamos a vernos en mi castillo! Allí podréis sentaros a mi lado y contarme todo cuanto queráis: las hazañas de vuestros antepasados, todas las que recordéis hasta las más lejanas, y hablaremos también de Tobold el Viejo y de su conocimiento de las hierbas. ¡Hasta la vista!
Los hobbits se inclinaron profundamente.
-¡Así que éste es el Rey de Rohan! -dijo Pippin en voz baja-. Un viejo muy simpático. Muy amable."